Cuando de queso se trata, ¡¡¡la dieta se rompe!!! He escuchado un millón de veces a las personas decirme: “¡Es que YO no puedo dejar de comer queso!” Te cuento que no eres tú, ¡somos todos! Porque el queso y los lácteos, son adictivos. La proteína de la leche se llama caseína, cuando esta proteína se está digiriendo libera casomorfínas, una sustancia parecida a las endorfínas que tiene efectos calmantes y nos da sensación de bienestar. También está presente en la leche materna, por lo que podríamos decir, que es un mecanismo de la naturaleza para asegurarse que los bebes tomen leche de sus madres y se alimenten. Como consecuencia del proceso de elaboración de los quesos, la presencia de caseína en ellos puede ser hasta diez veces mayor que la de la leche, lo que los hace todavía más adictivos. Es por eso que los lácteos son considerados un “comfort food” pues nos dan esa sensación de placer y tranquilidad que a veces buscamos erróneamente en la comida. No estoy diciendo que los quesos sean malos, eso depende de la calidad de los mismos, tu capacidad de digerirlos, la frecuencia con la que se consuman y la dieta con la que se acompañen. Pero si estoy dando una explicación de por qué te es tan difícil dejarlos. Si eres de las personas que come queso y quieres una recomendación, prefiere las versiones menos procesadas (crudas, “raw”) y quesos fermentados como el queso duro.
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Desde un punto de vista integral, es mucho más lógico enfocarse en fortalecer nuestro sistema...
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